El mundo moderno está lleno de infelicidad, problemas, gastos de dinero a mansalva, injusticia, crisis… o eso dicen.
¿Qué peor condena, digo yo, que el propio hecho de hacer un castigo de todo lo que suceda? ¿No es un suceso, al fin y al cabo? Estamos vivos después de todo, lo suficientemente vivos como para vivirlo y contarlo. Eso es más que nada.
Aquí y ahora, me aventuro a decir que muchas personas somos unos fatalistas. Nos gusta sacar problemas de donde no los hay, sumarnos a la mayoría y culpar al gobierno, a la crisis y al resto de las personas de nuestros males y de los males ajenos. ¿No lo véis…
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